El Índice de Precios al Consumo ha encadenado su tercera caída consecutiva, con lo que los precios en España vuelven a caer, confirmando el estado de deflación al que nos encaminamos en los últimos tiempos.
La menor bajada sufrida en este mes de septiembre respecto a meses anteriores se explica, según el INE, por la estabilidad en los precios de los alimentos frente al descenso que sufrieron en el mismo periodo del año anterior.
En todo caso, ni la demanda interna ni los precios medios parecen despegar.
Como punto positivo, para el dato, que no para los ciudadanos, cabe computar el incremento del precio de la electricidad, que maquilla el dato, pero no ayuda tampoco a la recuperación económica, al encarecer el precio de la energía, uno de los componentes básicos de la producción de bienes y servicios. El encarecimiento de la energía puede mejorar el IPC, pero desde luego no mejora la competitividad ni incentiva la inversión, con lo que, si se descontara este efecto, la caída de precios sería aún mayor.
Las preocupaciones por la recuperación son, por tanto, algo más que simples sospechas, toda vez que el desempleo se mantiene en niveles de más del doble de la media europea.
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