jueves, 19 de noviembre de 2015

Dinero y energía

Ciento sesenta millones de euros al día: Esa es la cifra que nos cuestan las importaciones de petróleo. Redondeando, vienen a ser 60.000 millones de euros al año. Un agujero de los que no se arreglan con un par de prestamos personales rápidos, ni con calderilla, ni con ir pidiendo un par de recortes pro aquí y por allá.
Si cada año sacamos del país ese inmenso montón de dinero para dárselo a los países productores, ¿cómo podemos esperar que las cosas nos vayan bien? Porque el dinero, como símbolo de riqueza, se traslada de los que crean algo  los que crean algo, y muchas veces no somos capaces de producir lo suficiente con esa factura energética para justificar esas inmensas transferencias de poder adquisitivo.
Hace diez años justos, en agosto de 2003, la cifra rondaba los 20.000 millones, o sea, una tercera parte de lo que pagamos hoy. Todos recordamos lo que eran las cosas hace diez años, o sea que no estoy hablando de tiempos del rey que rabió ni contando las historias del abuelo.
Entre tanto, y por mucho que nos contemos historias, el país se ha ido al carajo sin remisión. Y ha sido por muchas causas, por supuesto, incluyendo, y sin considerarlas menores, la rapacidad de nuestros políticos, la mala organización y el derroche del dinero de todos.
Pero aún contando con todo eso, ¿os dais cuenta de lo que supone pagar 40.000 millones más al año de cuenta petrolífera? Es un 4% del PIB, y eso aceptando como bueno el PIB oficial (que me troncho sólo de pensarlo). Es mucho más que todo el déficit que nos permite tener la Unión Europea. Es más de lo que suman los recortes que ha ideado el Gobierno para no conseguir otra cosa que apretarnos la soga.
Podemos seguir muy encolerizados todos con los políticos, los recortes o lo que nos parezca, porque siempre es más agradable echar la culpa a alguien con rostro, pero con semejante gasto en petróleo es imposible que levantemos cabeza.
Y por supuesto, lo de salirnos del Euro y pagar ese petróleo en una moneda recién devaluado, mejor ni pensarlo. Y quizás eso sea lo más grave: que la factura petrolífera no sólo nos ahoga, sino que además nos ata.
¿Hay alguien pro ahí que haya pensado algún tipo de solución para esto? Pero me refiero a soluciones reales, no a cualquier chorrada bienintencionada, como suprimir los puntos de las íes para ahorrar tinta de impresora...

miércoles, 11 de febrero de 2015

Cuando Heydrich leyó a Cantillón

La mayor operación de falsificación de moneda de todos los tiempos fue la operación Bernhard, promovida inicialmente por el jefe de Seguridad del III Reich, Reinhard Heydrich, y ejecutada posteriormente por un oficial de las SS, Bernhard Krüger, que dio nombre a la operación.

No es momento de ponernos a contar aquí esta rocambolesca y fascinante historia. pero baste con decir que al final consiguieron colocarle al gobierno británico el equivalente a lo que hoy sería un billón y medio de euros.

Los ingleses, que nunca consiguieron distinguir los billetes fabricados por los nazis de los auténticos, optaron por dar por buena la falsificación e ir retirando el dinero de la circulación poco a poco. 

Lo interesante del asunto, para lo que nos ocupa hoy en día, es otra cosa:

La idea inicial de Heydrich era bombardear literalmente Inglaterra con dinero falso, de manera que el país entero amaneciese lleno de billetes y su economía implosionase. Sin embargo, Heydrich leyó en algún momento la teoría de Cantillón y decidió no hacerlo.

Cantillón fue un economista neocláisco eclipsado por Adam Smith. En su teoría sobre la moneda falsa decía que no sólo la moneda mala sustituye a la buena, sino que lo hace de un modo determinado, enriqueciendo más a los que la obtienen en primer lugar y mucho menos a los últimos que la consiguen.

La explicación de esto es sencilla: como la moneda falsa genera inflación, al repartir a misma riqueza entre más billetes, los primeros que la consiguen pueden disfrutar de su valor original, y los últimos ya sólo pueden disfrutar de su valor devaluado.

Esta es la razón por la que Heydrich dejó escrito que el dinero no se arrojase sobre Inglaterra, sino que se repartiese entre los agentes alemanes y los ingleses pronazis, de modo que hiciese el mismo daño, pero beneficiando a los suyos, que podrían comprar propiedades y cuanto fuese necesario al valor de la libra "sana" mientras los demás se comían los perjuicios de la moneda recién creada.

Y esa es la razón por la que el Banco Centra Europeo entrega el dinero recién creado en primer lugar a los bancos en vez de realizar las inyecciones monetarias directamente a empresas o ciudadanos.

¿Lo pilláis ahora?

Lo hacen completamente aposta.

sábado, 10 de enero de 2015

Cuando jugamos a favor de la industria farmacéutica

Nos ahorraremos rollos: el precio de un  fármaco tiene que ver, sí, con el coste de su desarrollo, pero no principalmente, puesto que esto afecta al precio mínimo y casi nunca los vemos a precios mínimos. Lo que de veras marca el precio de un  medicamento es el precio que sus compradores están dispuestos a pagar por él. 

Hasta ahí, todo claro.

En Europa, el comprador principal de medicamentos, casi en régimen de monopolio, son los sistemas públicos sanitarios. Un medicamento pasa unas pruebas determinadas, es incluido en tal o cual sistema de salud, y los Gobiernos pagan por ellos cuando la gente los necesita.

¿Pero cómo se fijan esos precios?

Pues negociando, como siempre. Si mne cobras mucho te compro menos, y ganarás menos, as-i que procuremos ambas partes llegar a un equilibrio donde tú ganes y yo no pierda, etc...

¿Y qué jugada se le ha ocurrido ahora a las farmacéuticas? 

Sacar un medicamento novedoso, como en el caso de la hepatitis C, ponerlo a un precio salvaje, y usar a los ciudadanos para que presionen a su Gobierno y lo obliguen a pagar sin rechistar. ¿Quien gana ahí? La industria farmacéutica, que puede permitirse en prensa todas las campañas del mundo. ¿Y quién pierde? Los ciudadanos, que además de ser tratados como perfectos imbéciles ven que se destina a un medicamento el presupuesto que antes iba a otras cosas.

Si la jugada funciona, el próximo medicamento que aparezca, no costará 6.000 € por tratamiento, sino 10.000 y el siguiente 20.000 ¿Por qué no cobrar el doble si la gente va a obligar a su Gobierno a pagar? ¿Qué razón puede haber para bajar un precio si vendes lo mismo y con tres veces más beneficios?

A ver si nos queda claro: si  hay que pagar lo que pidan, sin límite en el precio, porque la salud todo lo vale, entonces no hay límite en lo que nos pueden sacar. A no ser que su avaricia tenga límites, pero prefiero no fundar mis esperanzas en eso...